La pregunta por la existencia de Dios, considerada por muchos “la madre de todas las dudas”, tiene una respuesta.
Cosa distinta es que no podamos saber con certeza cuál es.
La cuestión consiste en saber si es que existe efectivamente, sea como existimos nosotros o en un plano intangible, un Ser Supremo, de naturaleza racional y divina, creador y ordenador del universo.
Si bien no podemos responder esta inquietud con seguridad, al menos podemos afirmar que sí tiene una respuesta, puesto que o es lo uno o lo otro. En atención a ello, me parece que lo más justo es considerar las probabilidades y consecuencias de ambas alternativas, respondiendo las siguientes preguntas:
¿Por qué podríamos considerar racionalmente que Dios existe?
[Texto en desarrollo].
-Aristóteles.
-San Agustín.
-San Anselmo.
-Santo Tomás.
-Descartes.
-Newton.
-Kant.
La infinitud del universo físico sería una muestra del poder sin límites del Ser Creador.
¿Y si Dios no existe?
[Texto en desarrollo].
Si Dios no existe, aún contamos con nuestra naturaleza en parte racional, lo que nos permite organizarnos en sociedades que utilicen legítimamente la fuerza para mantener el orden entre las personas.
Un punto que quisiera destacar es que no porque no haya Dios podemos hacer lo que queramos con absoluta libertad. El ser humano es, ante el mismo ser humano, un límite a su animalidad.
De la reflexión previa, que creemos la mejor aproximación razonable que puede hacerse a esta gran pregunta, se concluye que en caso alguno puede imponerse una postura determinada. Ello, pues existen argumentos para considerar razonablemente lo uno o lo otro.
Asimismo, debe existir un respeto mutuo por la gente que adhiere a una u otra postura, atendida la dificultad del asunto y en la medida en que no se muestren ofensivos hacia la postura contraria, ni menos hacia la incertidumbre (en el sentido de no afirmar ni lo uno ni lo otro) ¡por mucho que cueste cuando se cree en algo con firmeza!
La única solución entonces a los conflictos que se generan sobre esta disyuntiva nace del hacer pensar y reflexionar sobre la cuestión, con honestidad y respeto, para así lograr la tan anhelada empatía entre los seres humanos. Una empatía que permita su pacífico desenvolvimiento.
La cuestión consiste en saber si es que existe efectivamente, sea como existimos nosotros o en un plano intangible, un Ser Supremo, de naturaleza racional y divina, creador y ordenador del universo.
Si bien no podemos responder esta inquietud con seguridad, al menos podemos afirmar que sí tiene una respuesta, puesto que o es lo uno o lo otro. En atención a ello, me parece que lo más justo es considerar las probabilidades y consecuencias de ambas alternativas, respondiendo las siguientes preguntas:
¿Por qué podríamos considerar racionalmente que Dios existe?
[Texto en desarrollo].
-Aristóteles.
-San Agustín.
-San Anselmo.
-Santo Tomás.
-Descartes.
-Newton.
-Kant.
La infinitud del universo físico sería una muestra del poder sin límites del Ser Creador.
¿Y si Dios no existe?
[Texto en desarrollo].
Si Dios no existe, aún contamos con nuestra naturaleza en parte racional, lo que nos permite organizarnos en sociedades que utilicen legítimamente la fuerza para mantener el orden entre las personas.
Un punto que quisiera destacar es que no porque no haya Dios podemos hacer lo que queramos con absoluta libertad. El ser humano es, ante el mismo ser humano, un límite a su animalidad.
De la reflexión previa, que creemos la mejor aproximación razonable que puede hacerse a esta gran pregunta, se concluye que en caso alguno puede imponerse una postura determinada. Ello, pues existen argumentos para considerar razonablemente lo uno o lo otro.
Asimismo, debe existir un respeto mutuo por la gente que adhiere a una u otra postura, atendida la dificultad del asunto y en la medida en que no se muestren ofensivos hacia la postura contraria, ni menos hacia la incertidumbre (en el sentido de no afirmar ni lo uno ni lo otro) ¡por mucho que cueste cuando se cree en algo con firmeza!
La única solución entonces a los conflictos que se generan sobre esta disyuntiva nace del hacer pensar y reflexionar sobre la cuestión, con honestidad y respeto, para así lograr la tan anhelada empatía entre los seres humanos. Una empatía que permita su pacífico desenvolvimiento.