La pérdida de fe es un proceso lento pues, si se nos ha enseñado desde pequeños, la existencia de Dios (o la relación con él a través de ciertas formas) está incrustada en lo más hondo de nuestra vida.
Si un intelectual llega a la conclusión honesta de que su existencia no puede afirmarse desde la ciencia y la filosofía más avanzada, debe saber que la vida no pierde sentido: por una parte puede seguir creyendo en Dios, pero además el amor hacia sus seres queridos existe con o sin él.
Si un intelectual llega a la conclusión honesta de que su existencia no puede afirmarse desde la ciencia y la filosofía más avanzada, debe saber que la vida no pierde sentido: por una parte puede seguir creyendo en Dios, pero además el amor hacia sus seres queridos existe con o sin él.