La figura del joven religioso que vive ideologizado por su religión, mezclándola con trabajos misioneros (a veces vestidos de acción social) en que le transmite a personas de escasos recursos el contenido de sus creencias, siendo dirigido en sus actos por unos cuantos intelectuales (usualmente mediocres) es alarmante (especialmente considerando, dicho sea de paso, su afición por el alcohol y las fiestas).
Cabe gritar ante ellos una de las ya viejas máximas de la Ilustración: “¡Atrévanse a pensar por sí mismos!”.
Cabe gritar ante ellos una de las ya viejas máximas de la Ilustración: “¡Atrévanse a pensar por sí mismos!”.