Los seres humanos no somos seres propiamente racionales, sino que sólo tenemos chispas o atisbos de racionalidad.
En términos aristotélicos, somos potencialmente racionales*.
La verdad es que en nosotros priman las pasiones: el deseo y la búsqueda del placer. Ya Aristóteles definió al ser humano, para efectos éticos, como "inteligencia deseosa" o "deseo inteligente".
Hay que ser cuidadoso, porque a veces —como explica Fernando Savater— quien hace "lo que le da la gana", termina perdiendo en vez de ganar. En tal sentido, es usual que las personas quieran cosas contradictorias y que entran en conflicto entre sí. De ahí la importancia de poner prioridades para jerarquizar lo que se quiere en el corto y en el largo plazo. Ahí entra en juego la ética, que consiste en averiguar racionalmente cómo vivir bien.
Con todo, nótese que en algunos el placer consiste justamente en hacer el bien a los demás. Así, hay quienes se sienten realizados (satisfechos) tras ayudar al prójimo, pues consideran que están haciendo lo correcto. Algunos desean sinceramente el bien común, y este placer parece ser verdaderamente más racional y digno que otros (si no el más).
Los placeres pueden ordenarse según su racionalidad. En función de ello, vale la pena vivir por los placeres más racionales de nuestra especie.
*Yo prefiero parcialmente racionales.
La verdad es que en nosotros priman las pasiones: el deseo y la búsqueda del placer. Ya Aristóteles definió al ser humano, para efectos éticos, como "inteligencia deseosa" o "deseo inteligente".
Hay que ser cuidadoso, porque a veces —como explica Fernando Savater— quien hace "lo que le da la gana", termina perdiendo en vez de ganar. En tal sentido, es usual que las personas quieran cosas contradictorias y que entran en conflicto entre sí. De ahí la importancia de poner prioridades para jerarquizar lo que se quiere en el corto y en el largo plazo. Ahí entra en juego la ética, que consiste en averiguar racionalmente cómo vivir bien.
Con todo, nótese que en algunos el placer consiste justamente en hacer el bien a los demás. Así, hay quienes se sienten realizados (satisfechos) tras ayudar al prójimo, pues consideran que están haciendo lo correcto. Algunos desean sinceramente el bien común, y este placer parece ser verdaderamente más racional y digno que otros (si no el más).
Los placeres pueden ordenarse según su racionalidad. En función de ello, vale la pena vivir por los placeres más racionales de nuestra especie.
*Yo prefiero parcialmente racionales.